El mal que hacen los hombres

Los Maiden más visionarios alcanzan el séptimo cielo de su obra

Hay un chiste bastante malo que plantea la siguiente cuestión, absolutamente irrelevante:
¿Qué tienen en común una pelota, una silla y un bolígrafo?
La respuesta al enigma es bien simple: la silla y la pelota nada; el bolígrafo es para despistar.
Traigo a colación este chascarrillo para plantear otro acertijo, este sí, trascendental dentro del mundo de la música, que todo rockmaníaco debe conocer: ¿qué tienen en común Shakespeare, Marco Antonio y Steve Harris? La respuesta correcta es The evil that men do, una canción del fascinante álbum Seventh Son of a Seventh Son de Iron Maiden, inspirada por las famosas palabras que la obra de teatro del autor inglés pone en boca del doliente Marco Antonio mientras interviene en el foro, para despedir a Julio César durante la escena del entierro del patricio, general, conquistador y, en última instancia, dictador romano: “el mal que hacen los hombres los sobrevive, el bien queda enterrado con sus huesos”.

The evil that men do lives after them; the good is oft interred with their bones”

Julio César, de William Shakespeare. Escena II del Acto III
Julio César (Marlon Brando) a punto de ser literalmente apuñalado por la espalda en la película de 1953

Seventh Son of a Seventh Son es un disco experimental que continúa por la senda iniciada en la anterior obra de la banda, Somewhere in Time, una magnífica creación que no suele gustar entre su fanaticada, adicta a las galopadas del Piece of Mind o del Number of The Beast, y a las carreras y saltos de Bruce Dickinson en su uniforme de oficial colonial británico, blandiendo al cielo la Union Jack al ritmo de The trooper, pero, sin embargo, muy del agrado de Adrian Smith y de sus seguidores. No en vano, el mítico guitarrista salió corriendo de la banda al más puro estilo Running Free, en cuanto su líder y compositor, Steve Harris, decidió enfocar la carrera del grupo hacia composiciones más tradicionales, en contraposición con las innovadoras piezas que habían trazado los designios de la Doncella en las dos obras precedentes. Por citar algún ejemplo de la nueva deriva más imaginativa, Smith experimenta con guitarreos al estilo The Edge, en los primeros acordes de Moonchild, ejecutando un riff de guitarra que toma buena nota de la técnica del siempre elegante Zidane del grupo irlandés U2. También destaca la presencia de sintetizadores, rara avis en las producciones de los Maiden, particularmente en el tema del mismo título que el disco, donde su uso resulta imprescindible para recrear su atmósfera tenebrosa. Asimismo, el carácter conceptual de este trabajo, que se aproxima a las fronteras de la ópera rock, aunque sin cruzarlas, supone un hito en la discografía de la banda. Precisamente por ese carácter innovador de las composiciones, las decisiones posteriores de los miembros del grupo mostraron una vez más lo irresoluble del enfrentamiento entre las tendencias artísticas y las comerciales, lo que no deja de resultar irónico, puesto que la lucha, en este caso entre el bien y el mal, es el hilo conductor de este álbum.

Los otros dos componentes de la banda durante la grabación del disco son Dave Murray, al mando de la seis cuerdas, y el batería Nico McBrain, en total los cinco integrantes de la denominada formación Piece of Mind de la Doncella, por última vez en su historia, como consecuencia las posteriores idas y venidas de sus miembros y la incorporación y abandono del grupo de otros músicos en trabajos sucesivos.

Estatua de William Shakespeare posando en Leicester Square

Su título, Seventh Son of a Seventh Son, tiene su origen en una leyenda en torno a la naturaleza sobrenatural de los séptimos hijos varones de séptimos hijos varones. Si bien dicho mito tiene varias versiones, alguna muy bizarra, relacionada con la licantropia, en este caso, se inspira en la obra el Séptimo Hijo del escritor Orson Scott Card, aprovechando que es también el séptimo álbum de la banda, por lo que el número siete tendrá una presencia muy relevante en las letras de las canciones, desde el bello poema que abre y cierra el disco, al son de una suave guitarra acústica: siete pecados capitales/ siete maneras de vencer/ siete caminos sagrados al infierno/ y empieza tu viaje/ siete laderas descendientes/ siete esperanzas sangrientas/ siete son tus fuegos ardientes/ siete tus deseos.

Seven deadly sins

Seven ways to win

Seven holy paths to hell

And your trip begins

Seven downward slopes

Seven bloodied hopes

Seven are your burning fires

Seven your desires

Poema que abre y cierra el Seventh Son of a Seventh Son

Las canciones relatan distintas etapas de la vida del protagonista, enmarcada, como adelantaba anteriormente, en una lucha entre el bien y el mal, aunque este viaje, al que se refieren los versos preliminares, no tiene una trayectoria lineal, puesto que hay distintos saltos temporales en función de la inspiración del momento en el que se compusieron las distintas canciones, que no coincide con su ubicación en el álbum. Todo en su conjunto nos da una idea del nivel conceptual de la obra, cuyas letras se relacionan como los eslabones de una cadena, una veces con más solidez que otra, todo sea dicho. De este modo, sucesos como el nacimiento o la muerte del protagonista se relatan en más de una canción, al igual que el desarrollo de sus poderes, o las profecías sobre su destino y su muerte como final, o no, del camino, ante la posibilidad de la reencarnación, temáticas que hacen de ésta una obra tan singular e impropia de una cuadrilla de individuos melenudos, ataviados con chupas de cuero y quincallería de metal.

Bruce Dickinson, liderando la carga de la caballería ligera

Concretamente, la pista inicial, Moonchild, a su vez inspirada en una novela del ocultista Aleister Crowley, va dedicada al turbulento nacimiento del elegido, cuya madre se ve sometida a las presiones y tormentos de ángeles y demonios, y a la tentación de deshacerse de su futuro retoño, entretanto éstos y aquéllos pugnan por atraerse al protagonista para poner sus poderes al servicio de su respectiva causa. El tratamiento de esta temática resulta muy curioso porque el bien y el mal se colocan en el mismo plano, en cierto modo como codiciosos antagonistas del elegido, al que ven como un mero instrumento, lo cual sugiere que no se trata más que de un modesto peón en manos de ambos contendientes. Sobre este particular se profundiza con mucho acierto en el tema que precisamente da título al álbum y da comienzo a su cara B, Seventh son of a seventh son, en el que se nos describe al elegido en pleno proceso de desarrollo de sus habilidades, acechado por las fuerzas, de ambos bandos, que pretenden manipularlo, término que está escogido con toda la intención para colocar al elegido como un mero soldado en el centro de la batalla que se libra a su alrededor. El tenso interludio de este tema lo aprovecha Bruce para recitar otro poema con voz profunda y desgarrada, acompañado por el tenebroso sintetizador y las lánguidas cuerdas de las guitarras y el bajo, que recuerda la pausa de Rime of the ancient mariner, aunque tiene un punto más oscuro que su antecesora.

Adrian Smith (el de la guitarra) y el zombi Eddie de la portada del Seventh Son en el Sonisphere de Madrid en 2013

Más adelante, el malvado profeta de Can I play with madness? le advierte al elegido, entre aviesas carcajadas, de su desventurado final, que paradójicamente le revela una bola de cristal que no le muestra visión alguna cuando consulta sobre su futuro. En esta canción se apunta la misteriosa temática que impregna el resto las pistas del disco, tanto la clarividencia, que junto con la sanación, es el principal don del elegido, como la fatalidad del destino, y la posibilidad de la vida después de la muerte. Por similares derroteros continúan The clairvoyant, canción en la que es el propio protagonista el que tiene las visiones de su propia muerte, y de su renacer, e, indirectamente, la enigmática Infinite dreams, una obra maestra cuya lírica gravita en torno a los perturbadores sueños del elegido. Singularmente, este trabajo trata el tema del sentido de la vida y de la reencarnación, de la vida después de la muerte, a través de las pesadillas que torturan al elegido. Además, estas dos últimas canciones tienen en común sendas melodías absorventes del bajo de Harris, si bien la primera de ellas tiene, en general, un ritmo más marchoso, en tanto que la segunda es más trascendente y agobiante. Mención especial merece su estructura musical, puesto que Infinite dreams es muy original y llamativa, con sugerentes toques de Jazz, poco convencionales en la discografía de la Doncella. En particular, esta canción se arma sobre un conjunto de estrofas en las que sólo se repiten los acordes, no la letra, y el estribillo, que, cosa extraña, suena una única vez. Por su parte, el estremecedor puente, cuando el protagonista grita desesperado por su salvación, une el interludio con la parte de los solos, antes del escalofriante final en el que Dickinson proclama su deseo de renacer una y otra vez. Sin duda una de mis composiciones favoritas de los Maiden.

Or tell me why do we exist

I’d like to think that when I die

I’d get a chance another time

And to return and live again

Reincarnate, play the game

Again and again and again and again

Desesperadas palabras finales de un atormentado Dickinson en Infinite Dreams

Poco a poco el don del elegido se transforma en su maldición, puesto que además de padecer sueños que lo atormentan y visiones de su propia muerte, también es capaz de predecir una catástrofe sobre su comunidad, con el agravante de que, al igual que Cassandra, su propio pueblo no lo cree hasta que es demasiado tarde. Además, lo acusan de ser el culpable de desencadenar el desastre que se ha cernido sobre ellos y, como castigo, lo destierran. Entretanto, el mismísmo Lucifer disfruta del espectáculo que se desarrolla ante sus ojos y nuestros oídos. Así se nos nos narra en The prophecy, el tema más triste del álbum, que se remata con una apagada melodía que remarca la soledad del protagonista, abandonado por los suyos.

En cuanto al contenido de la letra de The evil that men do, más allá de recoger las palabras de Marco Antonio en la obra de teatro de Julio César, nada tiene que ver con el discurso del general romano. De hecho es una canción en la que se trata el tema del amor y del sacrificio por amor, por única vez en todo el álbum puesto que no hay más menciones en el mismo a la palabra love, incluida al inicio de esta pieza. Por lo demás, es una pista de letra muy compleja, en la que se insiste en la idea de la vida al filo de la navaja, pendiente de un hilo, con la visión pesimista de ese mal que hacen los hombres, que permanece una y otra vez. La maravillosa melodía principal y las galopadas a lomos de las pesadas guitarras hacen de este tema unos de los más repetidos en las actuaciones en directo de la Doncella.

Love is a razor and I walked the line on that silver blade

La única mención al amor del álbum, muy certera, no obstante

Por último, llega el final del viaje del protagonista en el último tema del disco Only the good die young, que incide en los mismos conceptos que de The evil that men do, tanto líricos como musicales. Concretamente esta canción, sobre una base rítmica al galope tendido, se inspira en el estrecho hilo que separa la vida de la muerte y las consecuencias de los actos, consagrada en la insistente idea de que la bondad se desvanece, en tanto que el mal sobrevive. La letra de la canción nos relata el destino del protagonista que queda definitivamente sellado, y deja entrever la futilidad de su sacrificio, al verse convertido en el prescindible soldado de una interminable batalla, que libran las fuerzas del bien y del mal, donde este último consigue inclinar la partida a su favor. Ya nos advertía Marco Antonio de que el mal sí pervive eternamente, en tanto que las buenas obras desaparecen con sus autores.

Una doncella de hierro, de las de antes

Sin embargo, como conclusión, los propios Maiden se desmienten a ellos mismos, al construir una experiencia, o un viaje, si se prefiere utilizar los propios términos de sus autores, que va más allá de la música. Nos encontramos ante un prodigio literario e instrumental, destinado a pervivir en el tiempo, y no a quedar enterrado con los huesos de sus compositores, en un claro ejemplo de que lo bueno sí que puede permanecer… salvo que pensemos que el Heavy Metal es fruto del mal y que su origen del se encuentra en las profundidades más abisales del inframundo que todo es discutible. Por terminar como empezamos, no con un chiste malo, sino con palabras que Shakespeare puso en boca de Marco Antonio, este álbum conmueve a quien se aproxime a escucharlo, tal como el discurso del estadista romano: al parecer les llegaron noticias del pueblo. De cómo conseguir conmoverlos. Así nos conmueve este Seventh Son of a Seventh Son.

Belike they had some notice of the people, how I had moved them.

Julio César, de William Shakespeare. Escena II del Acto III
  • Traducciones del inglés propias y libres (como el autor)
El Séptimo Hijo de un Séptimo Hijo, al completo

(Portada) Cortesía de https://www.flickr.com/photos/digimeister/37759220072

(1) Cortesía de https://it.wikipedia.org/wiki/Giulio_Cesare_(film_1953)

(2) Cortesía de https://www.geograph.org.uk/photo/3981511 Photo © Robert Lamb (cc-by-sa/2.0)

(3) Cortesía de https://www.flickr.com/photos/tehzeta/3506235377

(4) Cortesía de https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Seventh_Son_Eddie_2013.jpg

(5) Cortesía de https://www.flickr.com/photos/quinet/14904876618/in/photolist-oWg4aT-ouxenU-gXcDrh-4u8G4u-4u8Gau-bRmvK4-7MFqTP-oH6oxm-p3Arhp-etQZR8-6GP3k-etUbos-oJ5x4z-rjwu5-7MVsEk-rUcV8R-rUaeso-rUaf8m-rUhv5z-oYwi6J-613RBS-7iKkUF-ahtY11